Al final de sus días, Alejandro Magno había redibujado el mapa delmundo antiguo creando un imperio que se extendía desde el marAdriático hasta el subcontinente indio. Sin embargo, su éxito no fuesolo fruto de su propio genio y de su gran ímpetu, sino que se cimentó en décadas de esfuerzo y guerras llevadas a cabo por su padre, Filipo II de Macedonia.La historia ha retratado al progenitor de Alejandro como un anciano de un solo ojo cuyo asesinato permitió a su hijo acceder al poder, peroél representaba algo mucho más importante. A través de décadas deluchas y una inteligente y sutil diplomacia, Filipo logró unificar supaís y conquistar Grecia. A su muerte, Alejandro heredó todo en elmomento perfecto para lograr una gloria aún mayor, y así convertirseen uno de los grandes personajes de todos los tiempos.Adrian Goldsworthy, uno de los más reconocidos historiadores delperiodo, describe con su habitual maestría cómo Filipo y Alejandotransformaron un reino débil del norte de Grecia en un imperio globalpara, así, cambiar el curso de la historia para siempre.