Broche de oro a lo que se conoce como su «trilogía familiar»—la inaugurada por «La buena voluntad» y prolongada en «Niñosde domingo»—, estas confesiones sirven al inmisericordeBergman para desnudar, tan literal como figuradamente, al personajemás carismático de la saga, su madre. Al hacerlo, entrega también lapieza del enigma que se nos había negado hasta ahora, el adulterio.Anna lleva más de una década casada con el severo pastor HenrikBergman cuando inicia una relación furtiva con un estudiante deteología mucho más joven que ella y buen amigo de su marido, porañadidura. Un encuentro casual con su viejo confesor de la infanciaacelera la cadena de los acontecimientos, y es entonces cuando afloran de verdad la tensión y el rencor larvados largo tiempo en el seno del matrimonio.Armado de preguntas, con la ferocidad y la delicadeza a las que ya nos tiene acostumbrados en su feliz y fecunda última etapa literaria,Ingmar Bergman vuelve a adentrarse en la difícil relación de suspadres y firma una novela de sensibilidad, crudeza y eleganciaabrumadoras, un acto de conciliación íntimo que es también e