Durante más de tres siglos, el Ejército y la Armada de Españamantuvieron una ardua lucha contra unos enemigos audaces eirreductibles, los moros de Filipinas, concentrados principalmente enlas islas de Mindanao y de Joló. Fue una guerra despiadada, durante la cual, hasta sus últimas etapas, ni se concedía ni se recibíacuartel.El escenario fueron mares inclementes y traidores, sembrados dearrecifes coralinos y de bancos de arena, en los que la simplenavegación ya era una hazaña, más aúncuando estaban infestados de embarcaciones hostiles, cargadas detripulaciones dispuestas, en caso preciso, a luchar hasta la muerte.Se combatió también en junglas impenetrables, bajo un sol abrasador,sembradas de trampas y ricas en enfermedades letales, que diezmaban alas tropas con más saña que los krises y las balas.Normalmente, el colofón de los enfrentamientos era el ataque a cottaso fuertes, erizadas de lantacas y de fanáticos defensores, casiinvulnerables a la artillería, conel asalto a pecho descubierto como única táctica posible, trepando por escalas o agarrándose a las anfractuosidades, bajo una lluvia deproyectiles, pa